martes, 8 de abril de 2008

Humedad relativa: TODA

Ayer según salía del trabajo e iba hacia el coche, el cielo estaba de un nublado terrorífico. Se distinguen claramente de otros nublados porque, por lo menos a mí, me entra el canguelo sólo de verlos. Lo admito: las tormentas en sí mismas me dan miedo y las películas como "Twister" no ayudan mucho. Me metí en mi vinículo, arranqué y casi no había salido (me entretengo poniendo el mp3 del móvil, por culpa de ciertos cabrones), cuando comenzó a caer una lluvia ligera.

Intenté hacerme a la idea de que me tocaría soportar otro día más los cristales empañados con sus consiguientes peligros. Que sí, que pongo el aire "frío" (lo que pueda entenderse por eso en un coche sin aire acondicionado) a toda leche incluso en invienno, que limpio los cristales de vez en cuando, pero los días de humedad se me ponen que parece que hay un perro jadeando en cada ventana. Cuando pierdo la visibilidad lo paso bastante mal porque pienso que en cualquier momento me ostiaré contra algo... Pero como no queda más remedio, intento tener autocontrol y hasta ahora no ha ocurrido nada malo, salvo que llego más tenso que Mr. T en un F16.

Siguiendo con lo de ayer, no hago más que meterme en la autovía y al poco se ve en el horizonte una tormenta que daba miedo, con relámpagos constantes aunque sin truenos. Mi visión de lejos es lamentable, pero enseguida empecé a distinguir los detalles... Las rayas verticales, más marcadas de lo que nunca había visto... Dios mío, ¡Era una catarata! Y estaba claro que no había escapatoria, porque la carretera, aunque con sus curvas, se dirigía hacia allí. Efectivamente según me iba acercando, cada vez estaba más claro que la cosa pintaba mal.

La impresión fue brutal, igual de repentina que meterse en una cascada, con la suerte de que los demás coches habían frenado progresivamente. Aquello era una cortina de agua, nunca había visto nada igual y mucho menos me había encontrado dentro de algo así, conduciendo. Nos desplazamos un par de kilómetros en primera velocidad, sumergidos literalmente en aquella tromba de agua y después todo terminó tan rápido como había comenzado. La catarata estaba bastante localizada en ese sector de la carretera, aunque lo mismo llegaba a muchos otros sitios por los que afortunadamente yo no tenía que pasar.

Por fortuna ya no tengo tanto miedo para conducir; quizá otro día hable ello. Pero estos cambios de tiempo tan bestiales me parecen peligrosísimos. Desde luego se está cumpliendo este año lo de "marzo ventoso, abril lluvioso". Nuestras carreteras no están preparadas para estas condiciones, pero no me quiero imaginar lo que tiene que ser conducir en otros paises, tanto en los que estén peor preparados (por los riesgos que implica), como en los que sí lo estén (ya que eso significa que todos los días habrá un tiempo lamentable al que sólo sus habitantes estarán acostumbrados).

Pheeeew, pa'bernos matao.

2 comentarios:

Miguelón dijo...

Por lo menos tu sabías por donde tenías que ir.
Yo, en Octubre, me perdí con unos amigos por una carretera de Castellón, que por supuesto no conocíamos, de noche, sin iluminación y con un diluvio tal que la luz de los faros no llegaba ni al suelo. Y para colmo el GPS estaba desactualizado y no reconocía la carretera...

Suena a peli de terror...

redondeado dijo...

Ya, siempre hay situaciones peores, pero espero tener que pasar el mínimo número posible de ellas, por favor. Gracias (a quien corresponda).

Lo mismo debería convertir este comentario en una nueva entrada; supongo que lo haré algún día porque tuvo su miga... Bueno, no sé si recordarás hace unos cuantos años que en nochevieja ocurrieron unas nevadas del copón. No sé decirte qué año fue, pero...

Una nochevieja, a unos amigos se les ocurrió pasarla en su casa del pueblo, unos cuantos kilómetros más allá de Segovia. Yo nunca había hecho un viaje así, por lo que me moló la idea y me apunté enseguida. Nos fuimos todos para allá en un par de coches, ocho o nueve personas. Sí, fue ESA nochevieja. Pasado Villalba (a la que tardamos ya como hora y media), la nieve cada vez era más abundante.

Total, que pronto había nieve de 20 cm o más por todas partes. Ibamos con un Citröen ZX 1.2 por las cuestas de la N-VI, en primera desde Villalba hasta Segovia. Los quitanieves pasaban una vez cada hora como mucho, una vergüenza total de infraestructuras. Unas cuantas veces nos tuvimos que bajar a empujar el vinículo porque
el pobre no agarraba, ya que al igual que el 99% de los coches que había en la interminable caravana, no teníamos cadenas.

Más de una vez estuvimos a punto de endiñarle al de delante, porque te puedes imaginar que pisabas el freno y aquello se deslizaba, y se deslizaba, y se deslizaba... Desde entonces admiro las habilidades de conducción de algunos de mis amigos; a esta chica la venero :).

Después de interminables horas de tensión de glúteos, conseguimos llegar a Segovia, donde parece que el temporal no había pegado y a partir de ahí llegamos al pueblo en un ratito, sobre las 10 de la noche.

El segundo coche llegó a las 4 de la madrugada. La comida la llevábamos nosotros, así que ellos ni uvas ni na...

Bueno, ya lo contaré con más detalle... Para una cosa interesante que vivo...