lunes, 21 de enero de 2008

Esta casa es una ruina

Es increíble cómo cambian las cosas de un momento a otro según se alinean las circunstancias. Normalmente se me da fatal planificarme las tareas pendientes de casa, pero la semana pasada por alguna razón conseguí tener tiempo para casi todo, incluyendo algunas de esas tareas que se van aplazando de forma indefinidas (los frecuentes "a ver si me pongo..."). Total, que estaba contento como unas castañuelas, pensando que con un ratito más la mañana del domingo, estaría todo terminado y podría dedicarme a disfrutar del tiempo libre.

En estas que el sábado por la tarde estuvieron unos amigos en casa y después nos fuimos a dar una vuelta por Madrid. Cuando volví por la noche, me encuentro con que el picaporte de la ventana del baño está un poco más pa'llá que pa'cá. Qué cabrones, pensé, desde luego la gente tiene muy poco cuidado con las cosas que no son suyas... Supongo que la semana que viene cuando esté seguro de quién fue el "picaporticida", como pase por su casa me tendré que contener para no vengarme :) O a lo mejor primero le aviso y luego me cargo algo de poco valor para que no haya quejas :)

El tema me fastidió porque desde que vivo aquí yo creo que nunca se me ha roto nada, soy bastante cuidadoso y además el piso es nuevo. Lo que más me molestó fue el hecho de no haberlo roto yo, sino que fuese un "forastero" quien inaugurase la lista de averías. De todas formas tampoco le di mucha importancia y me fui a dormir, pensando en arreglarlo al día siguiente.

Me levanté la mañana del domingo y de las primeras cosas que hago es subir la persiana del salón para que entre la luz. No le había dado ni media vuelta a la manivela cuando ¡ZAS!, se debió de romper la cinta que la sujeta por dentro y se bajó toda la persiana de golpe ¡RAAAACRACK!, dejándome a oscuras. Como todavía estaba con el sueño mañanero, me quedé unos segundos sujetando la manivela con cara de gilipollas. ¿Pero es que me había mirado un tuerto, o qué?

Así que finalmente me tiré casi toda la mañana del domingo para arreglar el puñetero picaporte de la ventana. Menos mal que mi padre siempre me ayuda en estas cosas, pero es un caos la primera vez que se arregla algo que nunca has visto antes por dentro. Después de montones de vueltas, la solución final era una chorrada, pero leches, localizar el puto tornillo que hay que apretar es un infierno.

La persiana la dejaré para otro día, que todavía no he podido mirarla. Era ella o salir al cine, así que no hubo mucho problema en elegir.

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